La Fuente del Cristo es la primera obra que Antonio Palacios diseñó para Galicia. En 1904, cuando se estaba forjando su exitosa carrera en Madrid, el Concello do Porriño le encarga un proyecto de fuente que ocupara el lugar de un crucero que había sido trasladado a finales del siglo XIX para el interior de la Capilla del Cristo, situada a pocos metros. En agosto de ese mismo año, el arquitecto le entrega al Concello el proyecto finalizado de manera gratuíta. De las obras de la fuente se hace cargo el constructor Sabino Torres; el maestro cantero José Cerviño se encarga de la figura del paje que remata la composición. La cerámica de los botones, de los pequeños dragones y del escudo de O Porriño le fue encargada a Daniel Zuloaga, uno de los principales ceramistas españoles de tránsito entre los siglos XIX y XX.
En esta obra, donde se mezcla el clasicismo y una composición inspirada en las fuentes barrocas tradicionales de Galicia, ya se puede vislumbrar una de las principales características de la posterior obra palaciana: la integración de materiales. La piedra, la cerámica y el hierro conforman una obra que, como la mayor parte de su producción, se convirtió en organizadora y símbolo del espacio urbano en el que se emplaza.
La fuente fue restaurada en el año 1997. Un equipo técnico dirigido por el ingeniero municipal Alberto Alcalde Souto, decidió llevar a cabo la reproducción de los botones de cerámica así como la de los tres dragones que habían desaparecido.
El edificio de la Botica Nova, vivienda y farmacia proyectada para su hermano boticario José Palacios, refleja no solo la facilidad del arquitecto para ajustarse a un bajo presupuesto de construcción, sino también la capacidad de darle soluciones modernas y progresistas a la obra cuando trabaja sin la presión del encargante . Además, la sencillez de la Botica, sus fachadas desprovistas de la virtuosa ornamentación a la que nos tiene acostumbrados, descartan la idea de monumentalismo de la que el técnico porriñés siempre fue etiquetado.
De este pequeño edificio hay que destacar la original solución de redondear la esquina creando una continuidad a modo de fachada corrida que, además de nutrir a la obra de unidad compositiva, le aporta una gran expresividad plástica. En la parte superior de la curva sitúa un cuerpo a modo de torre que se convierte en el elemento más destacado del edificio. En él dispone un mosaico de cerámica azulada con un rótulo que dice “Botica Nova de Palacios” y que le de la una nota de color al conjunto.
La Botica Nova tiene también un importante valor histórico para O Porriño ya que era el lugar donde José Palacios organizaba las tertulias a las que acudían importantes figuras vinculadas al mundo de la cultura gallega. Además del propio arquitecto y su hermano, el pintor Antón Medal, Peinador Vela y Peinador Lines, Cabanillas, Solá, Paz Andrade o el médico Paz Varela, entre otros, eran algunos de los participantes habituales en estas reuniones en las que, de vez en cuando, se organizaban excursiones o paseos para disfrutar de la riqueza paisajística y monumental de la zona.
El edificio del Concello do Porriño es la obra más representativa de las diseñadas por Palacios para su pueblo natal. El proyecto fue entregado gratuitamente al Ayuntamiento en septiembre del año 1919. Aún así, debido a ciertas dificultades económicas, las obras no comenzaron hasta el 1921, año en el que el indiano Ramón González Fernández anunció su intención de sufragar los gastos de la construcción. Los trabajos fueron realizados bajo la dirección del constructor y maestro cantero Manuel Ruibal Solla, que finaliza los trabajos en septiembre de 1923.
En este edificio Palacios muestra un lenguaje regionalista de raíces gallegas y contenidos propios que toma referencias de la arquitectura tradicional y de la expresión de los estilos medievales en su tierra. Un regionalismo singular y de acentos personales que el arquitecto define en el momento en el que se produce la afirmación del sentir gallego. Sus coetáneos sintieron el proyecto de esa manera. El poeta Ramón Cabanillas, por ejemplo, afirmó cuando vio la obra: “A Casa do Concexo do Porriño ten que ser, -xa é, porque ben mirado o proyectala d-esta maneira prodixiosa vale máis que fagula,- a primeira construcción civil galega”. De este edificio parte la original y potente obra regionalista de Palacios en su tierra. Obra que, dado su carácter personal y singular, supera ese propio concepto de regionalismo arquitectónico.
El edificio, concebido dentro de una grande monumentalidad en relación con la escasa superficie del solar, se convirtió, como es característico de los edificios proyectados por Palacios, en el referente del espacio urbano con la torre como elemento definidor de la obra. Destaca también la concepción abierta del acceso principal que respeta la disposición en soportal de la plaza y, sobre todo, el magnífico tratamiento de la cantería y la rica ornamentación de referencias historicistas.
El 25 de septiembre del año 1976 el edificio sufre un demoledor incendio que acaba con la estructura de madera del interior así como, por ejemplo, con las hermosas vidrieras donadas por el propio arquitecto, emplazadas en la fachada lateral y hoy sustituidas por otras con una nueva traza, ante la imposibilidad de recuperar el diseño original de la casa Maumejeam. La rehabilitación del Concello do Porriño fue proyectada por los arquitectos Tomás Pérez-Lorente Quirós y Francisco Yáñez Ulloa, llevándose a cabo entre los años 1980 y 1983. Se mantuvieron sin alteración las fachadas, el vestíbulo y la escalera de honor. También se conservó el emplazamiento original del salón de sesiones. En el año 2001 se produjo una nueva intervención, proyectada por los arquitectos Manuel Jesús Freixeiro Martínez y Luis Sarasquete Otero. En ella se cambió la disposición del salón de sesiones que pasó al edificio contiguo.
El templete fue proyectado por Antonio Palacios en el año 1918 como acceso a la estación del metro de la Gran Vía madrileña. Una de sus funciones era la de cubrir un gran ascensor -uno de los primeros en Madrid de estas características- que comunicaba la calle con la estación subterránea. En los años 70, la Compañía del Metropolitano decide prescindir de sus servicios y piensa incluso en echarlo abajo. Después de una decisiva campaña iniciada por el Colegio de Arquitectos de Madrid y de las gestiones llevadas a cabo por el Concello do Porriño, así como por personas vinculadas a la cultura local, el templete llega al pueblo de nacimiento de su autor en el año 1971.
Con todo, el pabellón que ahora podemos contemplar llega a O Porriño mutilado. La portada, realizada en granito pulido y con claras referencias clasicistas, contrastaba por su sobriedad con una enorme marquesina volada realizada en hierro y cristal que desde los laterales llegaba a cubrir toda la zona trasera y protegía así los pasajeros en los días de lluvia. De nuevo nos encontramos con la armoniosa integración de materiales tan característica de la producción palaciana.
Cabe destacar que el técnico Xosé Bar Bóo, arquitecto municipal de O Porriño en el momento que el pabellón fue trasladado a la villa, redactó un proyecto para transformarlo en una biblioteca pública que nunca se llevó a cabo.
Estamos ante uno de los muchos edificios escolares que se construyeron en Galicia gracias a la promoción indiana. Los emigrantes que conseguían retornar a su tierra enriquecidos, financiaban inmuebles que reflejasen su nueva posición social y, en la mayoría de los casos, actividades que contribuyeran al desarrollo, en este caso educativo, de sus pueblos de origen.
José Fernández Areal, emigrado a Valparaíso (Chile), deja en su testamento una parte de sus bienes para fundar una escuela en O Porriño. Su familia cede al Ayuntamiento uno de sus terrenos emplazados en la actual Rúa Antonio Palacios. Todo apunta a que las obras de cantería se finalizaron en agosto de 1905 y la construcción en el año 1906. Las obras de la escuela fueron ejecutadas por Sabino Torres, el mismo que se encargó de las de la Fuente del Cristo.
El técnico volvió a mezclar la piedra con la cerámica- encargada de nuevo a Daniel Zuloaga y reservada para los recercados de los vanos y la torre- dándole a la obra una exquisita riqueza plástica. El edificio carecía prácticamente de ornamentación lo que le otorgaba una elegante sencillez. La Escuela Fernández Areal, uno de los edificios desaparecidos más llorados por la sociedad porriñesa, refleja la versatilidad del técnico para adaptar su arquitectura a las más diversas funciones.